2009-09-19 6296 lecturas
Arturo Alejandro Muñoz
especial para G80
José María Aznar, el payaso que nos trajo la derecha chilena
La derecha criolla lo contrató como el non plus ultra del neoliberalismo, pero la verdad es que a muchos chilenos nos resultó más bien humorista que político.
TODO SER VIVO busca un hábitat adecuado para crecer y expandirse…eso no merece discusión científica. Ocurre así con bicharracos tales como piojos, pulgas, liendres y cucarachas. Por cierto, los humanos estamos expuestos a la misma exigencia, encontrar el nicho ecológico que nos corresponde, para de esa laya sentirnos medianamente cómodos y a gusto con el entorno que hemos elegido.
Hace algunos días se dejó caer por Chile el ex presidente del gobierno español, José María Aznar, cuya ideología ultraderechista es admiradora (y en gran medida, continuadora) del genocida militar que tiranizó España durante 36 años. Este caballerito (Aznar) equivocó de plano el escenario, ya que supuso erróneamente que en nuestra república andina -a la que fue invitado por sus pares fascistas del conglomerado chileno llamado Alianza-, sus sibilinas palabras serían recogidas cual maná por los habitantes de este lejano país sudamericano.
Si bien el hábitat de fascismo y golpismo que Pepe María procuró en Chile a través del acompañamiento de predadores RN y UDI -vástagos del pinochetismo- era el adecuado para un amante de invasiones armadas a países que no le pertenecen para robar a destajo lo ajeno, equivocó completamente el paño al barruntar que podría lenguajear las barbaridades que se le antojase ya que nadie saldría a rebatirle.
Y este ex presidente del gobierno de un país europeo nos ha hecho reír de buena gana, más y mejor que cualquier compañía de payasos, bufones o clowns circenses, pues sus opiniones respecto del acontecer político chileno nos han parecido muy similares a las escenas de aquellos filmes protagonizados por cómicos inmortales, como Chaplin, monsieur Hulot, Buster Keaton, Harold Lloyd y muchos otros.
Aunque, para ser sincero, el recuerdo más potente y principal se relacionó con el inigualable Cantinflas, pues en el caso de este supuesto político español no se requirió de mucha actuación para desternillarnos de la risa…bastaron dos o tres opiniones suyas para desencadenar las carcajadas.
La verdad es que gracias a partidos como RN y UDI hemos podido disfrutar de la actuación de uno de los mejores payasos llegados a Chile desde España en el último tiempo. Sería estupendo contratarlo como humorista en el Festival de Viña del Mar con ocasión del Bicentenario de nuestra independencia. ¿Allá en España, Almodóvar aun no lo ha descubierto?
Y si no vino como bufón, sino como político, acá en Chile un muy desinformado Aznar equivocó todo: lugar, escenario, público y destinatario. De partida, olvidó que el genocida y ladrón apellidado Pinochet lleva muchos meses muerto, habitando en siniestras profundidades esquivándole el bulto a los tridentes satánicos allá en el quinto infierno en loca y eterna carrera junto a sus dos ídolos: Hitler y Franco.
Luego, creyó que el escaso público que le acompañaba era representativo de amplias mayorías de chilenos, por lo que llegó a suponer que todo el país estaba caracterizado por el amor al fascismo y al dólar.
Finalmente, el español de bigotito a lo gabacho noctámbulo se despachó algunas críticas contra la Democracia Cristiana, pero a buen entendedor pocas palabras, pues el menos avispado de los oyentes se percató que la ráfaga de disparos iba dirigida contra el fulano al que la UDI y RN le temen con locura en la elección presidencial de diciembre próximo: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, otro que bien canta y mal baila.
¿Por qué equivocó el bufón ibérico el destinatario? Simplemente porque hace algunos años este engendro politiquero peninsular fue el mejor aliado de Frei Ruiz-Tagle cuando el asesino Augusto Pinochet estaba detenido en Londres. Frei era Presidente de Chile y Aznar Presidente del gobierno de España.
¿Ahora son enemigos? Muy extraño resulta ello, pues el cordón umbilical mercachifle, predador, empresarial, capitalista y antipopular los sigue uniendo… y alimentando con el nutriente del neoliberalismo. Recordemos que el juez Baltasar Garzón, en su momento, habló de la existencia de un pacto entre Tony Blair, Eduardo Frei y José María Aznar para eludir el enjuiciamiento de Pinochet en España enviándolo de regreso a Chile con el argumento de una “salud quebrantada gravemente”.
Seamos claros, asertivos y directos. El payaso Aznar fue instruido –como robot oneroso- por sus contratantes fascistas chilenos para atacar el acuerdo de no exclusión firmado por el bloque oficialista (Concertación) con el PC criollo, acuerdo que bien podría significar el triunfo de Frei Ruiz-Tagle en una segunda vuelta electoral, o balotaje.
Es que la desesperación hace dar manotazos de ahogado. Y Aznar manoteó de lo lindo conjuntamente con el resto de los integrantes chilenos del Circo Fasces y Svásticas, ya que aquella carrera que les parecía fácilmente ganable hace algunos meses, hoy la ven difícil y con una línea de meta distante, borrosa, a la vez que otros competidores respiran fuertemente en la nuca del empresario-candidato.
Este Aznar, cuya pinta de bufón hace pensar que podría ser co-estrella de Mr. Bean en algún filme cómico, políticamente no es de fiar cuando expresa opiniones y sugiere caminos a tomar, pues en su currículo destacan con luces propias varios patinazos y algunas gravísimas locuras asesinas que en absoluto pueden serles permitidas a ningún dirigente presuntamente cuerdo.
Pepe María ‘Bean’ Aznar es responsable directo de la invasión norteamericana a Irak, de los bombardeos a la legendaria ciudad de las Mil y una Noches (Bagdad) en busca de armas nucleares que jamás existieron, pero cuya pretendida presencia dio pábulo al imperio comandado por el cow-boy Bush para agenciarse petróleo sin tener que dar mayores explicaciones.
Este Aznar fue también inequívocamente el responsable, hace ya varios años, del intento de golpe de estado en Venezuela contra el Presidente Hugo Chávez, con lo cual dejó en evidencia la intromisión descarada del empresariado transnacional en asuntos de política interna en países latinoamericanos y, además, quedó establecido de manera prístina que Aznar y su tienda política (el PP) eran una organización antidemocrática, pro dictaduras ultra conservadoras y religiosamente fundamentalistas.
Pepe María ‘Bean’ Aznar fue el que demoró exactamente treinta minutos un día once de marzo en Madrid, para culpar a la ETA del atentado al ferrocarril en la estación de Atocha. Gran patinazo el de este demagogo de pacotilla, pues su encendida locura anti izquierdista, anti regionalista, anti popular, anti latinoamericana, pro sionista y anti árabe, demostró a los españoles el grado de descomposición que habían alcanzado los viudos de Franco, vástagos de Hitler y lacayos de Bush.
Este hombrecito pequeño, de físico esmirriado y voz aflautada al grado de creerle castrado, de ojos huidizos, bigotillo a lo adolfito y pensamientos similares a aquellos mencionados en una cervecería de Münich hace ya largas décadas por un ex cabo austriaco de la Primera Guerra Mundial, fue el que trajeron a Chile, en pleno siglo veintiuno, los calzonudos beatos derechistas que esperan alcanzar el gobierno para, ahora sí, vender completamente ese resto de Chile que aún se les ha escapado a sus cuentas bancarias.
Fue precisamente a este petimetre proto fascista a quien defendieron con tanto ahínco y pasión en la Cumbre Iberoamericana, realizada en Santiago de Chile el año 2007, el señor Rodríguez Zapatero y un tipo que decía ser monarca, o rey o algo así. Obvio, pues entre bueyes no hay cornadas.
Ya que el Mr. Bean hispánico Aznar se permitió meter sus narices en asuntos internos de Chile, nadie en la Moncloa ni en el Madrid oficial podrá arrugar el ceño si yo también hundo mis dedos en la nauseabunda política derechista-monárquica ibérica, recordándole al lector una antigua crónica del suscrito publicada en el diario electrónico catalán Kaosenlared, cuyo link transcribo para goce de los demócratas y soponcio de los beatos ultramontanos:
Zapatero y el rey regresan a España mascullando ira y vergüenza: Los enojos de un Borbón Arturo Alejandro Muñoz
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