2009-07-04 5366 lecturas
Arturo Alejandro Muñoz
especial para G80
¿El 'Condor' grazna de nuevo?
Pareciera que la ‘Operación Cóndor’ intenta renacer de sus cenizas en territorio hondureño. Para esas aventuras fascistas siempre hay militares disponibles para actuar de ‘tontos útiles’.
“En política no hay ‘milico’ bueno”, frase que me repetía mi abuelo materno - un español de carácter libertario y talante crítico-, durante mis ya despabilados años de adolescencia.
Transité toda mi juventud otorgándole a esa frase sólo un sentido lúdico y festivo, algo así como un chistecito blandengue para ser contado en semana santa, pero cuando arribaron a mi vida los hechos más dramáticos de la Historia de Chile, en el siglo veinte, descubrí el crudo trasfondo que poseían las palabras de mi abuelo ya fallecido.
Era verdad….ningún uniformado puede ser un buen elemento en política. No están hechos para tales avatares. A ellos ‘los cortan’ de manera muy distinta a la que se usa para confeccionar a un civil. Las escuelas matrices de las fuerzas armadas acostumbran voltear el cerebro de la chiquillería que llega a sus aulas, luego remojan lo cerebelos y las hipófisis en jugo de ametralladora para, después, hervir todo (con el muchacho incluido) en caldillo de megaterio adobado con harina de hostia y vino de misa. Con ese recetario son cocinados en el hornillo de intendencia los aspirantes, cadetes y suboficiales.
El problema grave (y muy delicado en sí mismo) es que tanto la cocina, la vajilla, los insumos y el gas, pertenecen a civiles derechistas, quienes son los que en concreto dan la órdenes al generalato….cuyos principales miembros pertenecen también a algunas de las familias mandantes. En resumen, un círculo pequeño, inabordable y poderoso clava sus propias banderas del comercio y las finanzas en todas y cada una de las unidades militares.
El platillo anterior, por cierto, jamás será gusto de la civilidad. No podría. En la vida militar lo que se considera ‘palabra de Dios’, sin chistar ni hesitar, es la orden del superior de turno. Que el tipo mandón esté equivocado –o absolutamente comprometido con una familia, una empresa o una traición a la patria- importa un rábano, lo dijo el jefe (o el ‘superior’) y eso es un hecho cierto e irrebatible. A ello, los uniformados lo llaman “disciplina” y “verticalidad en el mando”. Lo ocurrido en Honduras, permite demostrarlo y confirmarlo sin temor a equivocarse.
LA HISTORIA POLÍTICA NO FAVORECE A LOS MILITARES
Seguramente más de algún militar en ejercicio (y uno que otro en retiro) se disgustará con esta crónica, pero, a fuer de ser sincero (como decía el inigualable Fray Luis de León), los uniformados y el que suscribe no se miran con cariño desde la década del ’70. Ellos provocaron –durante el gobierno de Frei Montalva- una seria asonada el año 1969 (Roberto Viaux atrincherado en el regimiento Tacna), y en 1973 dieron el golpe de estado…yo me integré tempranamente al enorme grupo de chilenos que los combatieron hasta que cayeron…y los seguiré criticando hasta mi último aliento, pues considero que todo uniformado, regimiento, escuadrón, batallón o lo que se le parezca, cuando intenta ‘opinar y deliberar en política’, se convierte ello no sólo en acto inconstitucional sino, también, en un peligro inmanente ya que se trataría de una puerta abierta al complot y a la subversión, al asesinato de los civiles que con el pago de sus impuestos les dan sueldo, uniforme, vivienda, previsión y armas…amén de un mandato preciso y acotado que, como bien sabemos, no siempre se respeta.
He ahí el peligro, pues cuando esos estamentos de la sociedad se meten en política, queda abierto un socavón para el arribo ilegal de grupúsculos enriquecidos que se apoderan de los recursos naturales del país, de la voluntad de los políticos y de los medios de información.
Ahora, algunos de “ellos’ creen estar de regreso…la aventura de unos escasos fascistas hondureños (aplicando casi con calco la receta utilizada por la ultraderecha en Chile durante el gobierno de Allende) ha provocado nuevos apetitos en los sediciosos al haber enfrentado –con el momentáneo y espurio éxito de estos cortos días a su favor- a la socialdemocracia centroderechista que democráticamente gobernaba en Tegucigalpa.
Por cierto, lo que esos golpistas pretenden es lograr el apoyo bélico, político y económico de aquellos mandriles que manejan el mundo desde las sombras exigiendo a sus esclavos un comportamiento “pacífico, obediente ante el amo y cristiano ante sus pares” para, después, auparse en la pirámide del poder total y mangonear el país a su amaño y conveniencia, expoliando al pueblo y depredando los recursos naturales hasta agotarlos.
Para respaldar esa aventura siempre hay, por desgracia, algún milicaje dispuesto a tomar las armas, salir a la calle, masacrar al pueblo y, luego, volver a sus regimientos a la espera de la retribución económica que dispendiosamente deberían enviarles sus patroncitos empresariales. Es que los uniformados –pese a su cortedad de visión sociológica y política- son conscientes de que más temprano que tarde el gobierno y el poder que conquistaron con las armas regresará a manos de quienes los manejan como títeres.
Pero esta vez, en Honduras, se produjo un extraño cortocircuito que tiene en alerta roja a los detentadores del poder.
Allá en Tegucigalpa el sistema capitalista, junto a su “new look” -el neoliberalismo- atraviesa una verdadera prueba de fuego, ya que el fascismo puro, es decir, el matonaje golpista que no se arredra siquiera ante la repulsa de los mismos gobiernos ultramontanos que dice admirar, en un exceso de celo clasista decidió jugarse el todo por el todo y combatir a balazos y tanquetazos a uno de los tantos gobiernos derechistas que el sistema –sin pausas ni titubeos- ha sabido colocar en diversos países del continente americano, cobijados bajo el disfraz de una seudo democracia que para amplios sectores de la desinformada sociedad civil ‘huele’ a izquierda tradicional.
Unos y otros –centroderechistas y fascistas- defienden el mismo sistema e idéntica plataforma económica. La diferencia estriba solamente en la forma que utilizan para explotar a las mayorías. Unos –los fascistas- lo hacen abiertamente, con prohibiciones totalitarias graníticas y persecuciones mortales; otros –los centroderechistas- prefieren estructurar una mañosa ‘dictadura perfecta’ disfrazada de democracia para que el pueblo no se percate cómo ni quién lo está explotando, silenciando, minimizando. Y en ambos casos, los uniformados juegan el rol de la “defensa del país, de sus instituciones, fronteras y paz interior”…una falacia tan estentórea y gigante como el juramento a la Constitución y a las Leyes que gritan cada año los uniformados que reciben espadines, jinetas y chicles.
Conocemos y sabemos de la hipocresía y cinismo de esos ultramontanos, de su incapacidad para enfrentar la crítica cara a cara así como su rechazo a todo lo que signifique libertad y democracia. Odian la Historia…la verdadera Historia…pues esta jamás les ha sido beneficiosa ya que en las páginas de la cruda realidad ellos siempre han sido los golpistas, delincuentes y asesinos de sus hermanos. En suma, unos perennes sediciosos que difícilmente reconocerán su debilidad más intrínseca, cual es el odio a la democracia y el temor a la libertad del pueblo al que pertenecen.
En esto, exactamente, se diferencia la centroderecha y la socialdemocracia del fascismo militarista, ya que en el particular caso de Honduras, el Presidente Manuel Zelaya –enriquecido terrateniente derechista- representa un serio peligro para el fundamentalismo ultrista por la sencilla razón de “pensar en el pueblo desde la orilla de enfrente”…y ello, para ciertos militares sempiternamente golpistas y para sus amos financieros, constituye una traición a los principios del fascismo talibán occidental. Arturo Alejandro Muñoz
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