2015-03-03 3547 lecturas
Arturo Alejandro Muñoz
especial para G80
Chile en la pitilla
Profundo desprestigio de políticos e instituciones abre posibilidades a caudillos, aventureros y golpistas. El panorama actual es francamente turbio y de mal augurio.

Siento preocupación por el actual estado de la política chilena. ¿Será que a mi mente ha venido varias veces aquello de “la calma que precede a la tormenta”? En esta ocasión no solo preocupa la calma sino, principalmente, los datos duros, los hechos reales.
Convengamos que los chilenos hemos perdido por completo nuestra capacidad de asombro. Ello se arrastra desde la época dictatorial, cuando los asesinatos, detenciones ilegales y salvajes, torturas, exilio, etcétera, se sucedían con una cotidianeidad tal, que la gente podía enterarse de ello pero seguía tranqueando por la vía normal de la rutina diaria como si se tratase de asuntos que acaecían en otro país. ¿Desinterés? No, más bien era una mezcla de sentimientos y actitudes: comodidad, cobardía, individualismo, miedo, impotencia.
¿Será que tales aspectos continúan presentes en el alma nacional? Agregando esta vez el desinterés y el consumismo, claro está. “La leche está hervida y la mesa dispuesta”, me dijo hace días una profesora de yoga que, aunque le parezca extraño amigo lector, se interesa en los asuntos políticos y tiene una especial cualidad de clarividencia al respecto.
La leche está hervida y la mesa dispuesta… ¿pero, para quién? No voy a responder esa pregunta de manera directa, lo que haré –en cambio- será entregar algunos fríos datos y una que otra consideración personal que pueda ser útil para estructurar una opinión al respecto.
En política no sirve ya el método del “ensayo y error”, como sí puede servir de algo en otras actividades. Cuando un gobierno fracasa en su gestión cabe la posibilidad de que democráticamente otro gobierno venga a reemplazarlo (algunas veces el reemplazo es violento y se transforma en dictadura); si la economía comienza a fallar, surgirán de inmediato las soluciones “parches” para remendar el boquerón por donde podría entrar el descontento social. En ambos casos, lo que al sistema mismo le resulta vital es impedir a como haya lugar que las disfuncionalidades se transformen en “funcionalidad”.
Pero, ¿qué puede suceder si lo anterior, junto con la oposición, la justicia, las instituciones principales, la prensa, las tiendas partidistas, las iglesias y la policía, comienzan a desmoronarse cual castillo de naipes, ya que ninguna de los mencionadas cuenta con aprobación mayoritaria del electorado ni tampoco con respeto ciudadano?
En ese caso, no hay duda alguna, el país comienza a caminar sobre una pitilla… no ya sobre un alambre o un cordel... no, señor, sino que transita sobre una débil pitilla.
¿Usted cree que lo anterior es una exageración? Vea entonces las cifras, los datos duros e incontrarrestables (CEP, CADEM y ADIMARK).
Desaprobación o rechazo ciudadano a coalición gobernante (Nueva Mayoría)= 54%
Desaprobación o rechazo ciudadano a bloque opositor (Alianza)= 78%
Desaprobación o rechazo al actual gobierno= 57%
Desaprobación ciudadana al Poder Judicial= 75%
Confianza ciudadana en iglesia católica= 30%
Confianza ciudadana en iglesias evangélicas= 24%
Confianza ciudadana en partidos políticos= 6%
Confianza ciudadana en empresas y empresarios = 13%
El Presidente de la Corte Suprema, Sergio Muñoz, en su discurso de inauguración del Año Judicial 2015 manifestó que el fuero parlamentario “no se justifica”, y que los políticos imputados de un cargo criminal deberían enfrentar un proceso "como cualquier ciudadano, sin mayores privilegios. Obviamente, el desastroso nivel de aprobación ciudadana con que cuentan los parlamentarios permite (y tal vez obliga) al jefe máximo del poder judicial a expresar lo que usted acaba de leer; no obstante, es necesario considerar que ese poder del estado –el que encabeza el ministro Sergio Muñoz- también resulta apaleado y ninguneado por la ciudadanía, como se puede observar en el porcentaje de desaprobación pertinente.
Todo lo anterior significa, lisa y llanamente, que “la mesa está dispuesta” para que surja un caudillo y arrastre consigo el clamor popular, haciendo tabla rasa de la actual débil democracia que nos rige estableciendo un estado de excepción que, como señala la Historia, tiende a convertirse en permanente. Los poderes del Estado hoy, año 2015, en conjunto con una serie de instituciones que se suponía debían ‘funcionar’ en exclusivo beneficio del bienestar y de la seguridad general de la sociedad, no cumplen con los roles para los cuales fueron creados; y con mayor énfasis aun, hay que señalar que todos esos cargos están siendo servidos por personas que ya no cuentan con la aprobación ni la confianza de sus verdaderos mandantes: los electores.
No obstante, la mayoría de los actuales parlamentarios (y también de los dirigentes de tiendas políticas que cuentan con congresistas en el Legislativo) parece estar ausente de la realidad que se vive en el país, pues no solo presta oídos sordos (o carece de entendederas) al clamor de las mayorías, sino, además, persiste en ejecutar acciones que van exactamente en sentido contrario de aquello que desean los chilenos, ya que los ‘honorables’ se encapsulan en su mundillo alojado en aquel estrambótico y horroroso edificio que hiere la dignidad de los porteños, practicando y aprobando nuevos malabares cuya única utilidad apunta a sus propios bolsillos y comodidades.
Chile camina sobre la pitilla, pero las cofradías políticas siguen enfrascadas en sus pequeñas disputas palaciegas a objeto de aumentar sus riquezas personales, tanto en dinero como en “poder de influencia”, para mangonear país e instituciones a su antojo, desconociendo (tal vez por sordera neuronal) que fuera de las paredes del Versalles porteño, en algún humilde taller artesanal- un grupo de personas se encuentra terminando la construcción de la guillotina que será utilizada como “elemento de convencimiento ciudadano”. O también -tan peligroso como lo anterior- en sabrá quién cuál sitio del país, algunos poderosos ya tienen el armamento necesario (mediático, económico y político) para poner violento coto a lo que hoy sucede, alzando a su caudillo en calidad de jefe de estado.
Chile en la pitilla… y nosotros –los de a pie- aquí sentados, esperando la Copa América.
Arturo Alejandro Muñoz
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