2014-04-16 6828 lecturas
Arturo Alejandro Muñoz
especial para G80
En el Chile neoliberal incluso los desastres naturales son clasistas
Desastres y catástrofes ‘naturales’ seguirán afectando a sectores donde la pobreza y la mala calidad de vida y de viviendas es la característica principal, por lo que no es posible achacar exclusivamente a la “madre naturaleza” las pérdidas de vidas humanas y los estragos materiales cuando ella actúa

EN SU OBRA “Arica 1868, un terremoto y un tsunami”, el reconocido y prestigiado historiador chileno Manuel Fernández Canque, al finalizar casi las páginas de su magnífico documento, apunta que en Chile (y en gran parte del mundo subdesarrollado) los desastres naturales, mayoritaria y generalmente, causan los estragos en las zonas de menor valía económica, que es donde instalan y levantan viviendas aquellos que nada, o muy poco, poseen.
Lo anterior no es un despropósito, en absoluto lo es. Si se revisa la Historia de nuestro país en cuanto a la ocurrencia de grandes catástrofes naturales, se observará que la mayoría de ellas provocaron daños inimaginables precisamente en las zonas, barrios o sectores donde se las viviendas populares, vale decir, donde estaba instalada la pobreza.
Es un hecho cierto que casi todos los gobiernos (con escasas excepciones) han determinado construir poblaciones (mal llamadas ‘villas’ en algunos casos) en sectores y terrenos económicamente depreciados y despreciados por las inmobiliarias porque carecen de seguridad ambiental, se sitúan en medio de un entorno peligroso física y geográficamente, están distantes de los centros de apoyo, son de difícil acceso para cualquier medio de locomoción, y otras variables que también intervienen en el asunto.
A lo anterior, agréguese la mala calidad (‘baratura’) de los materiales usados para alzar casas y edificios de departamentos populares o sociales (recuérdese, como simple ejemplo, las “casas Copeva”), ya que el ahorro en insumos incrementa las ganancias de las empresas constructoras que ganan las pertinentes licitaciones públicas. Y que no quede en el tintero el tamaño de esos departamentos, o de las casitas para pájaros, ya que con suerte superan los 40 metros cuadrados de construcción habitable, provocando hacinamientos que conlleva males aún mayores, como bien sabemos. ¿Será necesario hacer algún apunte respecto a la ‘prohibición social’ que esas poblaciones populares tienen en cuanto a no disponer de belleza paisajística, ni del verde de arboledas y jardines? Tierrales, quebradas y aridez son características en las mayoría de las poblaciones que ocupan los pobres en Chile.

Qué diferencia hay, en este tema, con lo que el gobierno socialista de Venezuela ha realizado en estos últimos diez años beneficiando a las poblaciones populares, dignificándolas, dándoles elementos sólidos para construir sobre ellos un futuro más digno. Las viviendas ‘populares’ venezolanas –construidas por el gobierno socialista y bolivariano- superan con creces la calidad, ubicación, entorno y amplitud de las “pajareras” chilenas de las que tanto se han ufanado los gobiernos del duopolio. Hay allí, sin duda, un ejemplo a seguir.
No puede discutirse una verdad que brilla con luz propia; en Chile, la pobreza se ve obligada a instalar sus domicilios en los sectores que presentan mayores riesgos, como es dable constatar en los bordes costeros en la zona sur, donde ventarrones, temporales y marejadas constituyen el pan diario en los inviernos. Lo mismo puede verse en las grandes ciudades, lugares en los que la pobreza es llevada a sitios de alta contaminación, cercanos a vertederos o a canales que transportan heces y mugres…o en las quebradas de Valparaíso, terrenos que en absoluto cuentan con un mínimo de seguridad ante sismos, tormentas, ventiscas, incendios forestales y siniestros varios, lo que contradice el torpe comentario expresado por el alcalde de la ciudad puerto, Jorge Castro, respecto de la tragedia última en la que miles de familias perdieron sus viviendas arrasadas por el fuego: “Los pobres tienen el privilegio de poseer la mejor vista de Valparaíso". ¿Tendrán también “buena vista al mar” los pobres de Alto Hospicio en Iquique, o aquellos que levantan casuchas de material ligero en las riberas del río Mapocho en Santiago?
Los desastres naturales castigan, casi exclusivamente, a los sectores de mayor pobreza porque estos –ante la urgencia y la carencia de recursos económicos- se ubican (o los ubican) en los lugares menos aptos para levantar viviendas, y para ello, en gran medida, cuentan con el beneplácito de los gobiernos, y de una parte de la sociedad civil, que desea mantener a los pobres en una especie de “ghettos” para poder controlarlos policialmente y que, además, se encuentren localizados lejos del centro de las ciudades.
Entonces, visto así el problema, los desastres y catástrofes ‘naturales’ seguirán afectando a sectores y zonas donde la pobreza y la mala calidad de vida y de viviendas sea la característica principal, por lo cual no es posible achacar exclusivamente a la “madre naturaleza” la pérdida de vidas humanas y los estragos materiales cuando ella actúa, ya que en sitios y barrios donde las construcciones cuentan con entornos seguros, buen andamiaje y mejor armazón, tales “demostraciones de fuerza” de la pachamama poco daño hacen.
Por ello, no bien en Chile se produce un sismo de magnitud severa, un temporal de viento y lluvia que provoque aniegos, o un incendio que arrase con poblaciones populares a destajo, de inmediato se soban las manos los banqueros y los empresarios de la construcción, las inmobiliarias y el retail, ya que el gobierno de turno recurrirá a sus bien cobrados (pagados) servicios para que esos barrios pobres retornen a la normalidad, vale decir, a la misma ‘normalidad’ de ayer. Así, bancos y financieras subirán las tasas de interés de préstamos y créditos...y de nuevo los ricos serán más ricos y los pobres serán más pobres habitando en los mismos o parecidos lugares donde sus vidas transitan balanceándose sobre una pitilla.
Arturo Alejandro Muñoz
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