2011-03-11 2778 lecturas
Angel Saldomando
especial para G80
Libia: Sacudida Mundial
Las crisis de los regímenes políticos autoritarios en África ha tomado un nuevo cariz con la guerra civil en Libia y la ya casi declarada en Costa de Marfil. La raíz del problema es la misma, gobiernos, con o sin elecciones, que se niegan a reconocer que han llegado a su fin. Pero las consecuencias difieren en contenido y escala, ponen de manifiesto aspectos particulares de las crisis nacionales y las partes más sombrías del juego político internacional.
La relegitimación de la calle
La lucha por la democracia en los países árabes ha revalorizado una cuestión fundamental la acción colectiva como exigencia de los derechos y la legitimidad como base de las instituciones. Los prejuicios sobre “la calle” en los países árabes supuestamente controlada por los islamistas se vino abajo. Si bien estos existen, solo en el círculo de cerrado de las dictaduras y la represión, así como en los manejos de potencias que los azuzan o combaten según las circunstancias, cobraron fuerza. En la apertura política forzada han quedado rebasados por la fuerza de la movilización por la democracia.
También esto reveló otro aspecto, la auto organización y la elaboración de una agenda política de democratización mostró el alto nivel de convicción y conciencia de los movimientos. Independiente de las diferencias en cada caso, queda en evidencia que una nueva generación ha surgido como motor del proceso político. Corroídos los nacionalistas militares árabes de la independencia por el cáncer de la dictadura y la corrupción, debilitados los islamistas por la represión y su atraso político, se ha abierto el espacio por fin, para una reconfiguración de las fuerzas políticas. En Egipto no queda ya nadie de la era Mubarak en el gobierno, igual en Túnez donde se ha eliminado hasta la policía secreta. Y esto ha puesto a temblar a todos los pilares dictatoriales del mundo árabe, de Arabia Saudita donde se han prohibido las manifestaciones, a libia, donde la crisis de régimen es ahora una confrontación abierta. No se puede excluir que haya retrocesos, pero el contenido de la política cambió.
La cuestión de fondo es que fue una sociedad diversa y movilizada la que derrumbó el muro del miedo y la represión. Esto tiene un valor incalculable y sin eso no hay democracia posible.
Mucho se discute ahora si es esto se trata de revoluciones o de una crisis de régimen político, y si esto está vinculado a una crisis más global. La tendencia parece ser la de una crisis de un tipo de régimen político en una zona extendida, que tiene sus propias características. La sincronización se vincula mas a condiciones regionales con una cierta transversalidad cultural más que a una crisis global que encontró por dónde explotar.
El lado oscuro de las relaciones internacionales
La contrapartida es que los negocios y las relaciones internacionales se inclinan por la estabilidad. Ello los hace muy flexibles con los regímenes políticos y poco exigentes con su calidad democrática. De allí que durante mucho tiempo regímenes dictatoriales, abyectos como el de Gadafi, haya conseguido no solo blanquearse de su etiqueta terrorista, además pudo integrarse en los circuitos de negocios internacionales. Otras casos hay. Las cuentas doradas de los gobernantes que no tienen nada en apariencia, abundan. Pinochet dejó a su familia una holgada situación económica, además fungió como representante de empresas de armamentos con pingues comisiones. Sánchez de Lozada en Bolivia participaba directamente en los negocios de las multinacionales. Es una historia conocida y la lista sería larga, si en vez de la revista Fortunes con su grupo de millonarios, alineáramos a los sátrapas enriquecidos con el poder y la corrupción.
Pero si esto es sabido y la crisis de Libia muestra la doble moral y el juego de intereses de las potencias sin excepción, el problema es que según el tipo de crisis las cosas son más o menos manejables. Es decir los principios democráticos pesan más o menos.
Túnez y Egipto se manejaron desde adentro y el ejército fue el factor de poder que impidió la continuidad del régimen político a través de la cúpula dominante, el análisis de los costos y los beneficios condujo a ello. Ello evitó que la crisis escale y se internacionalizara. No es que esos régimen carecieran de apoyo y partidarios, podían organizar marchas multitudinarias y exhibir también poder duro. El problema es que eso funciona si la sociedad obedece o no resiste, si ello ocurre el régimen se paraliza y comienza el sálvese quien pueda. La razón es que el poder dictatorial o autoritario es fuerte solo si funciona en esa lógica, carece de mediaciones para manejar políticamente un estado de desobediencia masiva. O reprime o se va.
En el caso de Libia el proceso había tomado el mismo rumbo, pero el factor ejército no apareció para decidir la crisis, primaron los factores de poder personalizado del régimen. La descomposición ha sido entonces más lenta, conflictiva y cruenta a medida que caían sus bastiones más alejados y conservaba, al menos hasta ahora, la capital. El sistema Gadafi es básico, solo él y su clan tiene la llave de todo, el resto tenía migajas de poder fragmentadas. Siendo un país petrolero, que recicla su dinero en los circuitos financieros y políticos internacionales, la crisis libia reunió todo los elementos para su internacionalización, más allá de la historia personal de Gadafi.
La Unión europea, la Otan, Rusia, China, la liga de países árabes, todos están negociando duramente si se acepta la intervención o no y cuál será su modalidad. La suerte Gadafi pende de un hilo. Internacionalmente es imposible darle una segunda oportunidad de blanquearse, localmente es imposible aceptar una dictadura triunfante en medio de dos crisis de régimen democratizadoras y con Argelia bajo presión.
Es sabido que las potencias se acomodan, China y Rusia son dos tipos de países a los que poco importa el régimen de turno. Estados Unidos tiene diferentes medidas de tolerancia y Europa no mejoró las cosas. Sólo el candor del ex responsable de la diplomacia francesa deja sin aliento.
"Europa ha incluso sido de una lentitud culpable, incluso si la Sra. Ashton, [representante de la UE para la política exterior], fue a Túnez ante que los funcionarios franceses", dijo el Sr. Kouchner, quien habla por primera vez sobre el tema. "También hemos sido demasiados lentos para tomar la medida de la situación de estos países". "¡Sabíamos desde hace tiempo incluso que eran dictaduras!" Agregó quien llevó el Quai d' Orsay desde 2007 a 2010" (Le Monde. 9/3/11).
Así que esta vez parece que habrá que hacer algo y acomodarse menos.
Repercusiones
Pero si algo beneficia al mundo y a América Latina en particular, es que las crisis árabes han hecho soplar nuevos vientos. Aparecen nuevos debates y adormecidas convicciones recobran lozanía. Los paquetes ideológicos cerrados, que conducen a la aceptación de cualquier cosa, están moribundos. Los valores críticos acerca de lo bueno o lo malo, entre lo aceptable y lo inaceptable se renuevan. Y eso siempre es una buena señal si va en dirección de la democracia y la libertad, contra la opresión en todas sus formas y la violación de los derechos. Las crisis ponen a toda la política, en sentido amplio, frente a la exigencia de decidir de qué lado se está y porqué.
Por ejemplo, las posiciones autoritarias, no importa con que se justifiquen, se ven como dinosaurios a punto de extinción. También la crisis arroja nuevas exigencias sobre la política internacional, en la relación entre intereses y principios. Las fronteras ideológicas también se mueven y si bien todo es discutible, hay cosas inaceptables sobre las que no se puede transigir. En este caso el régimen de Gadafi es una de ellas.
Angel Saldomando 10/3/11
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